Waldo Díaz-Balart: «Celebré la muerte de Castro con un ‘whiskycito’ y me alegraré cuando muera Raúl»
Waldo Díaz-Balart es artista plástico cubano afincado en España y hermano de la primera mujer de Fidel Castro
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En su taller, sentado delante de su ordenador y sonriente, así es como nos recibe en su espacio de Lavapiés el artista cubano, Waldo Díaz-Balart (Banes, Cuba, 1931). “Pasad, bienvenidos”, nos saluda simpático. Inmediatamente, sin preguntar, se pone delante de uno de sus lienzos para que tomemos buenos planos. Tiene bien aprendida la lección de las entrevistas.
Díaz-Balart vivió la efervescencia y experimentación artística del Nueva York de los años 60. Eran los tiempos de búsqueda de nuevos lenguajes artísticos, literarios, cinematográficos, etc. Allí, entre la ebullición social y artística de la ciudad de la Gran Manzana se hallaba el cubano buscándose a sí mismo, como muchos otros jóvenes contemporáneos. Conoció a Andy Warhol un día cualquiera en un bar de artistas al lado de su casa, luego, cuenta Balart, “dejó de ir porque comenzó a ir a Estudio 54 con la gente poderosa”.
Pero, además de artista plástico, Díaz-Balart es el ex cuñado de fallecido Fidel Castro, su hermana Mirta fue la primera mujer del dictador. Los esposos se conocieron gracias a su hermano Rafael (Subsecretario de Gobernación de Fulgencio Batista), ya que Fidel y él estudiaban juntos Derecho en la Universidad de La Habana. Y no sólo eso, durante la época estudiantil, Raúl y él fueron amigos, pero “él ha evolucionado y ha querido ser dictador”.
La pregunta es obligada, ¿cómo vive la muerte del dictador Fidel Castro desde España?
¡Chica! Yo vivo la muerte del dictador con mucha alegría, el otro día leía que no debemos sentir alegría porque se muera alguien, pues no, porque si no se muere este señor, está matando miles de gentes. Entonces, mejor que se muera un individuo que no se mueran 100 ó 200, así que estoy alegre porque se haya muerto y estaré tan alegre cuando se muera Raúl, que fue mi amigo hace 50 años.
Claro, Fidel era amigo de su hermano mayor y usted amigo de Raúl Castro, ¿no?
Eso es, Raúl es de mi edad, tenemos los dos 85 años. En un reportaje hablé de él diciendo que era un tío formidable. ¡Claro! Hace 50 años era un tío formidable, después… El problema es que a través de la vida uno va evolucionando, va afrontando situaciones y él, naturalmente, ha afrontado la situación de ser un dictador, mucha gente se ha muerto en Cuba y se sigue muriendo.
Ahora se habla mucho del problema de la inmigración, ¿verdad? Nosotros los cubanos, hace 60 años que nos estamos tirando al mar y nos están comiendo los tiburones. Nada más que en Miami hay más de un millón y medio de cubanos que salieron del país; es decir, los ha absorbido la sociedad americana, el sistema lo permite. Igual que las personas que están intentando entrar en Europa ahora, hemos salido nosotros y estamos en Miami, eso sin contar con los que estamos en España, Suecia, etc. Hemos salido huyendo de la Isla y nos han comido los tiburones. ¿No voy a estar contento de que se muera ese individuo? Contentísimo.
¿Cómo se enteró de la muerte de Castro?
Pues por la televisión, quizá me llamaron muchas personas, pero mira, ya no me acuerdo. La verdad que ahora se me olvidan muchas cosas, eh, algunas porque quiero olvidarlas y otras porque me olvido, sin más. De todos modos, la noticia era esperada, lo único que te preguntas: ¿Cuándo van a decir que se ha muerto? Pues lo dijeron y yo encantado. Me tomé un buen whiskycito, me encanta el whisky.
¿Y no se fumó un puro?
No, yo fumé un puro en mi vida y cogí tal borrachera que no pude fumar más. De todos modos, yo no fumo mucho, ni porros tampoco. (Reímos)
De Cuba se va a Nueva York en los años 60, una época que es fantástica porque el arte y la sociedad está en plena ebullición, ¿no?
Sí, eran fabulosos. Figúrate tú, no había cumplido 30 años, tenía 27 años, buena planta… (Ríe) Y Nueva York estaba llena de gente joven, en ebullición, no es el Nueva York de ahora, estuve hace poco y me pareció horrible, llena de presión. Los años 60 de Nueva York eran como los son ahora en Madrid, imagínate, hacía 15 años que había terminado la II Guerra Mundial, toda Europa estaba devastada y Nueva York comenzaba a ser lo que es ahora. Nos encontramos jóvenes de todo el mundo, muchos artistas europeos emigraron a esta ciudad. Mondrian estuvo allí, Motherwell también, en fin, muchos más. Todos convergíamos, todos estábamos buscando algo, buscándonos a nosotros mismos y Nueva York nos daba la oportunidad de hacerlo.
En un bar, cerca de su casa, conoce un día cualquier a Andy Warhol, así, sin preaviso.
(Ríe) Sí, el bar se llamaba Max´s Cansas City, pero en aquel entonces no era famoso, era normal, después se convirtió en una calavera, solo comía una naranja al día, él fue el que quiso ponerse así. En ese momento era un chaval igual que yo, iba allí, nos encontramos y nos caímos bien, comenzamos a conversar. La vida.
¿Warhol estaba muy bien relacionado con el poder ya en ese momento?
Empezaba, empezaba. Era un individuo muy listo, inteligente y sagaz… Y claro, se conectaba con la gente del poder. Primero nos encontrábamos en este bar donde nos conocimos, que era frecuentado por artistas. Ya entonces, en el año 70, cuando yo me venía a España, todo era otra cosa. Warhol ya no iba a los bares de artistas, iba a Estudio 54 donde estaba la gente con dinero, sabía bien lo que hacía.
¿Y por qué España y no otro país de Europa?
¡Coño! ¡Porque soy cubano y mis raíces son todas españolas! (Reímos) Aquí se habla español, pero, además, necesitaba trabajar y tenía aquí un hermano que tenía una oficina para conseguir financiación a empresas españolas. Yo vine a trabajar con él, tenía que trabajar. Fui a la universidad, soy licenciado en contabilidad, cosa que ya no me preguntes. Trabajé con él hasta que tuve un accidente muy malo, estuve en el hospital cuatro meses y por eso me ves así de fastidiado.
Es el descubridor del llamado ‘orden axiomático’ de los colores. Cada color tiene un número, ¿no?
Sí, yo para trabajar tengo que organizarme mentalmente. El trabajo de artista tiene que ver con la razón y con la intuición, pero no todo es una cosa u otra. Esto es un orden axiomático (dice mostrando un diagrama), del 1 al 8, cada número es un color, una secuencia que está en el espectro de la luz. Ahí es donde están todos los colores. Todos los colores son luz blanca, es la que vemos. Pero el espectro de la luz va en este orden: violeta, ultramar, cian, verde, amarillo, naranja, rojo y magenta. Los colores son 7, pero cuando dos espectros se unen sale el magenta, por ejemplo.
Trabajo con este orden axiomático, que me entere después de que lo había descubierto yo. A través de esto hago mi composición de lo que quiero ver. Ahora estoy trabajando con colores, yo los llamo nudos, son energías. Esto es una energía que viene del verde, que confluye con una energía roja. Para mí hay aquí un núcleo de energía, de problemas. Y de repente… ¡Fuá! Ya es un cuadro.
¿La gente que compra sus obras verdaderamente las entiende?
No hay que entender nada en la vida, hay que disfrutarla, hay que meterse en ella como si fuera una piscina. Aquí en España es muy jodido hacerlo porque está muy fría, pero eso es la vida, te metes y… ¡ahhhh! (Grita) Pero después: ¡Qué rica es la vida! La característica del ser humano es que tenemos pensamiento abstracto, ésto no lo tienen los animales. Al final queda el misterio, el misterio de la vida.
Lo que hago es resumir energías que propongo al espectador para que piense en sí mismo, no para que piensen en mí o en lo que yo estoy haciendo. Que sea algo que le empuje a decir: “Joder, ¿qué pasa con la vida? ¿Qué pasa conmigo?”. El arte es algo que depende del que ve, yo lo único que hago es provocar, soy un provocador. ¿Un artista es mejor y otro peor? ¿Y quién lo dice? Solo los que lo miran. Si tú ves algo mío, si es solo bonito, es decoración; si va más allá, es una obra de arte. Cuando lo veas no quiero que veas lo que yo te diga que debes ver, sino el misterio que te transmita. Esa es la clave de la vida. Y el artista lo único que hace es canalizar un poco de energía.
¿Del arte se vive bien?
Yo, por suerte, he vivido bien toda mi vida, de una manera o de otra. En una ocasión tuve que enseñar inglés, que ya se me había olvidado, pero lo aprendí de nuevo. Enseñe cada cosa terrible… (Ríe). Lo que no quería de ninguna manera era meterme en una oficina como contador, antes me meto un tiro. Enseñé inglés y me ganaba la vida, pero desde que estoy exponiendo en Guillermo de Osma, las cosas van mejor. Es como todo en la vida, mejor con un padrino.
Guillermo de Osma es como un cuño de calidad, ese sello quiere decir que un artista es mejor que otro. Hay muchos artistas que son igual que yo, que tiran líneas. Entonces, ¿por qué yo soy mejor? Todo en la vida es un proceso y en él yo me siento considerado y dichoso. Soy considerado buen artista, estoy trabajando y puedo arriesgarme. Como ha llegado el punto en el que soy aceptado, creo que puedo hacerlo.
¿Por qué todos los cuadros que tiene en su estudio con cuadrados o rectangulares y tiene uno en forma de rombo?
Todo no tiene razón en la vida, el misterio de la vida nos hace llegar a la religión. Y yo soy ateo, eh, pero me parece muy importante la religión porque te da respuestas, ética para vivir, para relacionarte. Cuando yo hago este rombo, no lo pensé con esa forma, sino cuadrado. Tiene por título «Injerencias», pero de pronto el cuadro impone lo que es. Igual que cada persona es lo que es, deprimido o alegre, ese cuadro era un rombo. No hay ninguna verdad en el arte, la única verdad es que te quiere impulsar a que seas tú mismo. Tú eres el importante, no el arte. El arte es un medio, igual que la filosofía, el amor. Es como enamorarse de un cuadro.